sábado, 12 de noviembre de 2005

Ser catalán hoy

Creo que todo iria mejor si los políticos y los ciudadanos (pero... ¿es que los políticos no son ciudadanos?) hablaran el mismo idioma. Pero para comunicar, de momento, los profesionales. Uno de ellos, de los mejores, es un tal Andreu Buenafuente. Recientemente realizó una opinión, la cual comparto totalmente. Dice así:

" Yo soy catalán sí y sólo espero que las cosas vayan bien en todos los aspectos de la vida. Sólo espero (sigo haciéndolo cada día) que el ser humano o lo que queda de él, trabaje por un mundo mejor. Más justo, menos competitivo y excluyente con los que no tuvieron la suerte de nacer en un punto, llamémosle rico del planeta. Para desear lo que acabo de decir, uno puede ser catalán, gallego, croata, venezolano o de ninguna parte. Hay gente que no se siente de ninguna parte. Hoy, he empezado denominándome catalán a causa del enorme e incompresible chaparrón político que se ha desatado sobre nuestras cabezas, como si no hubiera temas importantes. Con motivo de la ya famosa propuesta del Estatut (que nadie ha leído), se ha recrudecido y hasta envenenado el eterno debate sobre nuestros DNI, los supuestos sentimientos de patriotismo y ese tipo de cosas que no nos importan a la gente de la calle. Dado que ésta es una sociedad mediática apabullante, los presuntos periodistas y sus grupos ejercen de jueces en lugar de informadores. Predisponen en lugar de servir las noticias.

Así es como se oscurece el clima y se cambian la palabra "debate", por "crisis" o "debacle nacional". La derecha se apunta al carro de la crispación y demuestra que no sabe vivir en la oposición. No tiene ideología. Sólo pretende recuperar el control del "chiringito". Y, para eso, cuanto más grande e incuestionable sea el "chiringuito" nacional pues mejor. A la derecha, le trae al fresco la modernidad y la evolución del estado. Si pudiera, ni se hablaría de éso. Como si callar, eliminara el problema. Los políticos, en general, enfocan los temas con torpeza, se les escapan de las manos y generan la inquietante sensación de que "tenemos un problema". Bueno, pues yo no tengo ni quiero tener problemas de este tipo. Yo exijo que el estado aplique todos sus mecanismos legales y reguladores para eliminar el conflicto de nuestra vida cotidiana. Somos libres. Nos gestionamos así y el miedo, el oscurantismo y los apocalípticos deberían estar prohibidos. Porque no es sano, ni moderno, ni democrático. Todos aquellos, los que sean, que aviven el fuego de la controversia, deberían verse en un espejo y contemplar sus aspectos de hechiceros de la tribu.

Si Catalunya quiere un nuevo estatuto, ¿qué vamos a hacer? Pues lo que dice la ley. Esperar a que el Parlamento español se pronuncie y considerar todas las declaraciones vertidas durante el proceso como un elemento más del juego democrático. De nada sirve juzgarlas por separado. De nada sirve ensalzar a los radicales, ni demonizar a los que discrepan, ni ridiculizar al gobierno. Bueno, sí. Sirve para cargarse al estado. Aquí, donde yo vivo, nadie quiere ofender a nadie. Nadie quiere enfrentamientos porque las heridas del pasado son demasiado dolorosas como para desear reabrirlas.
¿Unidad Nacional? Estaremos unidos si respetamos nuestras diferencias e identidades, conservadas con esfuerzo y alguna tragedia a través de los siglos. Si nos sentamos en una mesa a construir la España del siglo XXI, conseguiremos erradicar esa sensación de pantano agrietado que amenaza con llevarse por delante tantos años de poso común.

Los tiempos cambian y los pueblos que conforman el Estado español son más listos, avanzados y orgullosos. ¿Que hay de malo en eso? El orgullo sumado nos hará más fuertes. Nos plantará ante Europa como un pulpo de tentáculos rápidos y musculosos y no como un cangrejo con boina que camina hacia atrás y no ve el progresos aunque lo tenga delante de sus narices.

Soy catalán. Mis padres emigraron desde Andalucía tras una guerra fraticida. Mi jefe es italiano y vive en Madrid. Uno de mis mejores amigos es de Chamberí. Su hija nació en China. Mis parientes se reparten por Valencia, Murcia y Galícia. Mi compañera de trabajo nació en New York. Toda esa gente, ahora y aquí, pedimos políticos a la altura de las circunstancias que negocien nuestro futuro con sentido común y profesionalidad."

OLE

martes, 8 de marzo de 2005

Reflexiones de un ocioso

Las tardes de espera en el dentista, además de ser largas y dolorosas, dan tiempo para pensar... y la oportunidad de escoger entre una amplia oferta editorial: Hola, Lecturas, ¡Que me dices!... y entre todas estas revistas, curiosamente, un cuadernillo llamado “Joves i participació a Catalunya”. Casualmente lo abrí por la parte “El temps dels joves”. Sorprendente...
Así te enteras de que durante el fin de semana, el 85 % se dedica a hablar con los amigos. ¿Y el resto? a) No tiene amigos. b) Sí, pero quizás no hablan mucho. El 75 % mira la TV, sin especificar que parte ve el canal satélite digital con una tarjeta pirata. Sigue en el ranking el ir a bares, con un 73 %, pero no dice en que estado salen de ellos. Me llamó mucho la atención que en posición destacada estuviera con un 36 % el “no hacer nada”, por delante de ir de marcha, hacer deporte, hacer el amor, practicar hobbies y juegos de mesa, conceptos todos ellos que se pueden llevar a cabo maliciosamente a la vez con una sola acción. Por cierto, me tranquilizó que el 32 % de los jóvenes hacen el amor durante el fin de semana (o sea, que de cada tres, uno debería caer algo, seguro). Cierra la tabla el asistir a reuniones religiosas (¿existen?) y políticas (con la mágica cifra del 0,7 %), porcentajes importantes teniendo en cuenta que la encuesta la hizo la Generalitat de Catalunya.
De todo esto podemos concluir que:
1) Vivimos inmersos en la cultura del ocio, (y no sólo durante los fines de semana).
2) Internet aun no nos ha separado de las relaciones humanas (entonces, ¿que haces leyendo esto aquí?).
3) Ya que uno de los argumentos mas utilizados reiteradamente por los jóvenes para no asociarse es la falta de tiempo, como justificante de ciertas actitudes no parece apropiado.
Con todo ello, son datos que hay que tener en cuenta en proyectos como, por ejemplo, la gestión de las a veces polémicas y discutidas zonas de ocio.

sábado, 5 de marzo de 2005

Reflexiones de un ex-miembro de la JSC

Ahora que nos encontramos en un periodo suficientemente alejado de cualquier sufragio u elección política que nos afecte directamente, durante los cuales se nos bombardea con cientos y cientos de propuestas para mejorar la sociedad, es sin duda un momento perfecto para valorar cual es el grado de participación juvenil en dicha sociedad.
No voy a descubrir ahora algo que es obvio: los índices de participación juvenil europeos nos indican que en España existe un déficit de impresionantes dimensiones. Las dificultades a las que se enfrentan los jóvenes que quieren participar en el día a día de la sociedad son de toda índole: falta de reconocimiento social y político, pocas ayudas públicas, aumento de la burocracia, desconfianzas... Sabemos que la gente joven comprometida y activa no recibe el apoyo suficiente de los poderes públicos, de la misma manera que muchos jóvenes que quisieran participar no encuentran la manera de hacerlo.
Las propuestas se pueden hacer en dos direcciones: que aquellas y aquellos que ya realizan actividades (organizaciones políticas juveniles, ONG’S, voluntariado...)reciban todo el apoyo necesario y que la cultura participativa se incremente, sobre la base de animar a los que se muestran reacios a participar.
Pero dichas propuestas no pueden ser sólo realizadas desde la base institucional: ha de existir una demanda de participación por parte de los jóvenes. De los jóvenes que no se resignan. Lo peor que se puede hacer en este caso, aún mas, es resignarse. Hay una amplia avenida por la que podemos transitar para construir una sociedad más solidaria, más justa, más parecida a la que nos gusta. Pero para ello no basta con opinar cada cuatro años, también hay que participar.

Ángel exterminador

  Mitya apenas recordaba el momento exacto en el cual, unos meses atrás, su jefe le dijo que toda la unidad viajaría a Bielorrusia a unas g...