- Así que te gusta escribir. Pues escríbeme algo bonito –dijo ella, apartando el negro mechón que caía por su cara mientras lo pasaba por detrás de su oreja.
Él la miró, y tan sólo tuvo que dedicar dos escasos segundos para saber la totalidad de las palabras que le diría.
Un vaso de whisky, un hotel diferente
Es más que suficiente para pensar en ti
Una noche de mayo con el mar a mi lado
Es ya tarde y tus ojos siguen allí
- ¿Sabes lo que podría escribirte? Ven, acércate – respondió, reclinándose hacia atrás y apoyado su cara contra el respaldo del sofá para poder mirarla fijamente sin exponerse en su totalidad.
Cogiendo su mano, la acompañó hasta que ella adoptó la postura simétrica respecto a la suya, con sus rostros separados por apenas un palmo.
Y es que son ideales para perderse en ellos
Y es que uno no aprende ni vivo ni muerto
Son la seis de la tarde, toco en frente del puerto
No consigo escaparte de mí ni olvidarme de ti
- Podría escribir muchas cosas bonitas solamente con el día de hoy. La puesta de sol de hace unas horas, el mar junto al que conducía mientras venía o, incluso, el delicioso arroz que has preparado con tanto amor. Pero no. Hoy no podría escribir nada mejor que lo que siento. ¿Quieres oírlo?
No contestó. Solo hizo falta un ligero parpadeo, un leve movimiento de labios, un asentir apenas imperceptible difuminado entre la escasa luz que entraba por el balcón para saber que deseaba oírlo, a pesar de ser tan inesperado como previsible. Él tan solo necesitó una inspiración para empezar a hablar.
Y es que no hay droga más dura
Que el amor sin medida
Y es que no hay droga más dura
Que el roce de tu piel
- Resulta que cuando escribo cualquier cosa utilizo mis manos, como cualquier otra persona. Pero ahora no voy a utilizar mis manos, ni siquiera mi mente, sino el corazón. Y lo que siento por ti, es que desde el primer día que te vi llegar me atrajiste con la fuerza de un planeta que girase alrededor mío. Y supe que ese día no iba a ser como cualquier otro, cuando maldije esa barrera laboral que se interpondría entre nosotros, mientras me repetía a mí mismo una y otra vez, que no me enamorase de la nueva cocinera con la que compartiría turno y avatares.
Sólo me di cuenta de la magnitud de ese sentimiento, de la fuerza con la que agarró en lo más profundo de mi ser, cuando al despedirnos esa noche sintiéndome totalmente cansado y agotado deseé que llegara ya la hora de simplemente volver a tener cerca tu presencia.
Y es que no hay nada mejor que tener tu sabor
Corriendo por mis venas
Y es que no hay nada mejor
Que el roce de tu piel
Pero el día siguiente no llegó, lo que llegó fue un colapso mundial que, entre otras cosas, paralizó la vida económica, dio lugar al cierre de la hostelería y con ello nuestro restaurante, lo que provocó el corte certero y súbito de mi deseo más profundo. De golpe y sin avisar.
Lo más doloroso no fue estar encerrados, y a decir verdad ni tan siguiera lo fue el estar separados. Lo que me mataba por dentro, el dolor que surgió como una punzada, leve al principio y más intensa después, fue el saber que tu situación distaba de ser la que merecías tener por culpa de tu ahora ya exmarido.
Y me siento desnudo enfrente del espejo
Esperando a que tú me digas el precio
No tengo muy claro si lo puedo pagar
Recojo mis cosas, nena, vuelvo a mi hogar
Bastaba con leer entre líneas lo que escribías para conocer lo que estabas pasando y ver que eran mensajes de socorro. El saberte atrapada entre esas paredes, la total impotencia ante cualquier grito, golpe o maltrato de ese malnacido solo era comparable a la dolorosa incerteza de no saber en qué momento se producían ni con qué frecuencia. No saber cómo te encontrarías en ese momento me quemaba por dentro, me hacía sentir una insoportable impotencia para evitarte ese sufrimiento y así es como pasaron los días, las semanas y los meses.
Cuando esa parte terminó, el alivio y la liberación más grande que sentí fue en relación a ti. Tu salida de esa casa, el comienzo de una nueva vida, el recomponerte y el volver a juntar todos los pedacitos de tu alma fueron como un renacer que visto tan de cerca como espectador privilegiado sentí como propio, y que me llevó a compartir heridas y cicatrices como si de un solo cuerpo se tratase. Por eso sé cómo te sientes, y sé lo que te cuesta empezar a confiar de nuevo, a querer compartir, y a estar con alguien. Pero lo que quiero decirte es que, pase lo que pase, me tienes. Ya me tienes.
Nuestros corazones laten a la vez
¿Quién soy yo sin ti?, ¿quién eres tú, quién?
El ritmo de la noche viste mi canción
Mejor cojo mis cosas, nena, mejor me voy
Ella tan solo asintió certera, tan aliviada como si las palabras que acababa de oír se las hubiera repetido a sí misma.
- ¿Y sabes lo que más me gusta de ti? – Dijo sin esperar respuesta- Lo que más me gusta de ti es como me haces sentir cuando estoy a tu lado. Me haces sentir que estoy en el lugar correcto. Me haces sentir que no necesito más, y olvidar el tiempo. Me gusta que seas luchadora, tenaz, imparable, una súper mamá que no podría hacer mejor su labor, de la misma manera que serias la mejor mujer del mundo aunque ningún hombre haya estado nunca a tu altura para comprobarlo.
Y es que no hay droga más dura
Que el amor sin medida
Y es que no hay droga más dura
Que el roce de tu piel
Y aunque ahora no estés preparada para ello, quiero que sepas que me gustas tanto y de una manera tan especial que solo quiero que seas feliz, con o sin mí. Me gustaría que fuera conmigo, pero si eso nunca llega a pasar, seguiré persiguiendo tu felicidad y haciendo todo lo posible para que así sea para ti y para tu hijo, quien no podría tener amigo más fiel ni nadie que luche cada día por hacerse merecedor de esa labor. Por cierto, ¿estás bien?
- Si, como no estarlo con lo que me acabas de soltar. Ahora tengo que integrarlo y pensar en ello, y nada como hacerlo descansada. ¿Nos vamos a dormir?
- Es tarde, claro que sí. Voy a coger una manta y vuelvo al sofá, gracias por dejar que me quede esta noche.
Hoy lucho y pierdo el sentido
Por dormir esta noche en tus brazos
Hoy se perdió el equilibrio
Y la balanza cayó de tu lado, mi amor
Se levantaron y él la siguió por el pasillo, hasta llegar a la altura del dormitorio y el baño, donde sus cuerpos se bifurcaban. Ella se detuvo de repente, y tras unos segundos de incertidumbre se giró para, como una sombra furtiva y clandestina, erguirse y darle un beso más cargado de sentimiento que de vergüenza. Ese tipo de beso que hace que el mundo deje de girar y que te hace sentir que ese momento es un punto de inflexión que hará que todo sea diferente.
Y cuando los volvieron a confinar, esta vez se alegraron de poder hacerlo juntos.