Publicat al Cugat.cat
Independientemente de cualquier posicionamiento político, es fácil tener la sensación de que la relación entre Cataluña y España -que llevaba bloqueada demasiados años- se está acelerando y que cada día las noticias se suceden más rápidamente.
Independientemente de cualquier posicionamiento político, es fácil tener la sensación de que la relación entre Cataluña y España -que llevaba bloqueada demasiados años- se está acelerando y que cada día las noticias se suceden más rápidamente.
Tanto es así, que quizás en el momento en que se publiquen estas palabras ya queden desactualizadas. Hoy por hoy, se ha proclamado el lunes 9 de octubre como el día probable en que sea declarada la independencia. Por lo tanto, es posible que mientras lee este artículo, aún se esté a tiempo de hallar una salida a esta confrontación ante la que cada día todos perdemos aún más.
De esta realidad, queda poco decir ya. Sobran los adjetivos para calificar esta fractura cuyas consecuencias siguen siendo imprevisibles, caracterizada por la ausencia de acuerdos desde hace ya años entre la visión homogénea, inmovilista y recentralizadora del gobierno del Estado, y la voluntad separatista, unilateral e ilegal del gobierno de la Generalitat, fractura que durante los últimos días se ha agravado extremadamente como consecuencia de la ruptura de la legalidad en el Parlament por parte de éste último, pero sobre todo por la desproporcionada e inaceptable actuación policial que trataba de impedir una movilización sin garantías y que ya carecía de validez jurídica.
Ante estos hechos, quizás sólo haya una única solución para mantener la unión civil de una sociedad caracterizada por poseer un carácter plurinacional, pluricultural y plurilingüe, pero que respecto a la independencia se divide casi a partes iguales. ¿Cuál es esa solución? Sencillamente, aquella que frente a una unilateralidad y desobediencia -que no nos han llevado a ninguna otra parte más que a conflicto y ruptura- incorpora las diferentes perspectivas en torno a un consenso que permita la convivencia mediante el acuerdo.
Definitivamente, sólo a través de un proceso de diálogo, de negociación y de pacto, se podrá construir una alternativa que permita compartir identidades y diseñar un proyecto común entre ambas partes, sustentado principalmente en la mejora del autogobierno y la financiación además de otras propuestas a partir de las cuales iniciar un proceso de aproximación mutua que dé respuesta a la pluralidad de sentimientos e identidades nacionales desde el respeto y la diversidad.
¿Hablamos?