Miedo.
Tengo miedo de que hoy se haya llegado a una especie de Punto Final; de que un juez haya tenido que inhibirse de su finalidad esencial, que es la búsqueda de la justicia; de lo diferente que es la democracia en Alemania, o incluso en Argentina o Chile; de que miles de personas todavía no puedan dar digna sepultura a sus hermanos, padres o abuelos asesinados; y tengo miedo porque éstos seguirán tirados en cualquier cuneta, sin ningúna lápida o identificación, quién sabe hasta cuando, mientras otros, en cambio, dormirán mucho más tranquilos esta noche, escuchando día tras día su emisora episcopal favorita, frotándose las manos y pensando en lo atada y bien atada que les quedó esa transición cerrada en falso.
Asco.
Siento asco por tener que compartir espacio vital con aquellos que sólo saben ver venganza y rencor donde únicamente puede haber justicia; con aquellos que denuncian el reabrir heridas, aunque realmente nunca se cerraron; asco de ver cómo, por fin, se han quitado la careta mostrando todo su odio, esos que se quejan cuando se le quita una calle a un fascista o se vota para que deje de tener un título honorífico; asco de tener que aguantar como aún se sigue justificando la represión, el crimen y el delito; pero sobre todo puro asco de que todo esto continúe pasando 33 años después de meter bajo una gran losa al enano genocida.
Tengo miedo de que hoy se haya llegado a una especie de Punto Final; de que un juez haya tenido que inhibirse de su finalidad esencial, que es la búsqueda de la justicia; de lo diferente que es la democracia en Alemania, o incluso en Argentina o Chile; de que miles de personas todavía no puedan dar digna sepultura a sus hermanos, padres o abuelos asesinados; y tengo miedo porque éstos seguirán tirados en cualquier cuneta, sin ningúna lápida o identificación, quién sabe hasta cuando, mientras otros, en cambio, dormirán mucho más tranquilos esta noche, escuchando día tras día su emisora episcopal favorita, frotándose las manos y pensando en lo atada y bien atada que les quedó esa transición cerrada en falso.
Asco.
Siento asco por tener que compartir espacio vital con aquellos que sólo saben ver venganza y rencor donde únicamente puede haber justicia; con aquellos que denuncian el reabrir heridas, aunque realmente nunca se cerraron; asco de ver cómo, por fin, se han quitado la careta mostrando todo su odio, esos que se quejan cuando se le quita una calle a un fascista o se vota para que deje de tener un título honorífico; asco de tener que aguantar como aún se sigue justificando la represión, el crimen y el delito; pero sobre todo puro asco de que todo esto continúe pasando 33 años después de meter bajo una gran losa al enano genocida.